jueves, 23 de julio de 2009

LF ha sido dual y contradictorio en el manejo de la corrupción


SANTO DOMINGO. La postura del presidente Leonel Fernández frente a la corrupción en la administración pública se aleja mucho de lo que pregona en sus discursos. Mientras en sus alocuciones enfatiza en la transparencia y en "cero tolerancia" a este mal, en la práctica suele mantenerse al margen, cuando algunos de sus colaboradores son señalados en actos dolosos.En estos casos, lejos de exigir sanciones o disponer que se investiguen las denuncias, lo que ha hecho es justificar a sus allegados delante de los medios de comunicación y a través de ellos calmar a la opinión pública. Así lo hizo recientemente, cuando atribuyó matices políticos a las denuncias de corrupción que se han hecho de ésta, su tercera administración."El liderazgo del presidente Fernández es muy mediático, entonces él utiliza el recurso mediático para diluir las denuncias que se hacen de corrupción", analiza la socióloga y politóloga, Rosario Espinal. A su juicio, hasta ahora esa estrategia ha surtido efecto, "porque después que él hace sus reuniones (con los directivos de medios) las aguas tienden a calmarse, porque tiene ese contacto directo y por su gran capacidad de seducción política". Esto ocurrió con el caso Sun Land. Es probable que hoy intente nuevamente sacar partido de este recurso cuando se reúna con los directores de medios en el Palacio Nacional para hablar sobre el tsunami de denuncias de corrupción de las últimas semanas. Espinal lamenta que lo intente, "porque realmente es momento de que el presidente Fernández entienda que hay mucho descontento en la población y es tiempo de que tome medidas que le demuestren a la población que realmente está haciendo algo importante para corregir la corrupción". Francisco Cueto, director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en el país (Flacso- RD), también espera que hoy el mandatario dé señales claras de que se llevará a la justicia a quienes cometan actos de corrupción. A su entender, el problema es mucho más grave, y radica en la falta de una política coherente de combate y voluntad política. Respalda que si en algunos casos no hay normas que regulen algunas acciones, el mandatario debe crearlas.

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